Bruno Wahrmann, estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales, contó cómo vivió su Semestre Internacional de intercambio en la Universidad de San Diego.
-¿Por qué quisiste hacer un Semestre Internacional?
-Porque es una oportunidad única de estudiar en universidades de primer nivel y, a su vez, deja tiempo para disfrutar la vida en otro país y hacer nuevas amistades. Además, es algo que tenía planteado desde el primer momento que supe de esa posibilidad, ya que me encanta viajar.
-¿Cómo surgió la posibilidad de hacerlo en la Universidad de San Diego?
-Me informé sobre las universidades de Estados Unidos que tenían convenio con ORT y es ahí cuando surge la posibilidad, luego de tener el apoyo incondicional de la coordinación de la carrera a través de Andrés Bancalari y Javier Bonilla y la ayuda de Miriam Kemna, coordinadora de intercambio, a los cuales les estoy muy agradecido.
-¿Por qué elegiste hacerlo allí?
-Como ya había tenido la posibilidad de ir a Europa, me pareció que era el momento de probar algo diferente. Estados Unidos es un país fascinante y tengo amigos que estudian allá y, por lo que había escuchado, la experiencia universitaria es diferente a la de cualquier otro país del mundo. Honestamente, también me atrajo mucho la playa. Era la que quedaba más cerca de la costa y escapar del invierno no me venía mal. Además, nunca había estado en California y, por encima de todo, el clima es caluroso todo el año. Tenía el paquete completo.
-¿Te sentiste preparado para estudiar allí?
-Siempre estuve confiado en que no iba a tener mayores dificultades, por la buena base que tenía de acá y porque el idioma no iba a ser un impedimento para entender las clases.
-En San Diego cursaste materias de negocios y de liderazgo. ¿Qué destacarías de lo que aprendiste?
-Básicamente, otra forma de pensamiento, más dinámico y más práctico. Además, respecto al área de liderazgo, me sorprendió lo importante que puede ser para todos los ámbitos y me abrió la mente, ya que es una disciplina que se estudia totalmente por separado. Lo más destacable es la mezcla entre las clases y la vida fuera de la academia. Un claro ejemplo fue el concurso de emprendedurismo dentro de la clase por el que se ganaba dinero y el cual perdimos en la final, pero igual fue increíble. Por último, la mayor importancia de la asistencia a clase fue obtener conocimientos que no están en los libros.
-¿Cómo te resultó la adaptación?
-La adaptación me resulto muy accesible y fácil. El único aspecto que nos complicó tanto a mí como a Federico Sendra, el otro uruguayo que fue conmigo, fue la puntualidad. Como buenos orientales, llegábamos tarde a todos lados y arrastramos a nuestra impuntualidad al español que vivía con nosotros, que al final se acostumbró a la fuerza. Estar en una discoteca y que a las 2 de la mañana prendan las luces y cierre fue algo que nos sorprendió. Nunca llegamos a cenar a la hora adecuada.
-¿Cuáles son las principales diferencias de la vida en San Diego respecto a la vida en Uruguay?
-Fueron varias. En primer lugar, reitero, los horarios. Todo comienza mucho más temprano. Además, hay eventos durante toda la semana, como conciertos o fiestas y no sólo el fin de semana. A su vez, la vida universitaria se vive intensamente. Los alumnos hasta que son juniors (3er año) viven en el campus. Es más, el primer año tienen como obligación hacerlo. Se crean convivencias dentro de la universidad y es el lugar donde comés, dormís, hacés deporte, estudiás y asistís a eventos. Aparte de eso, elegís las clases que más te gustan, dentro de un marco con respecto a la carrera que querés hacer, lo que brinda una flexibilidad increíble. Además, pudimos obtener créditos por materias extracurriculares como surf, golf y otras.
-¿Cómo era tu vida durante el intercambio?
-La verdad que era un sueño. Mis amigos de acá no me creían. En un día típico me levantaba, iba a la playa a hacer surf y luego a almorzar. A clase después del mediodía hasta la tarde y después, campeonato de fútbol, tenis o gimnasio. De noche, nos juntábamos a cenar y salíamos a algún evento dentro del campus o por la ciudad. Después concretamos varios viajes por la costa oeste de Estados Unidos, junto a amigos uruguayos que vinieron de visita y fue increíble.
-¿Qué fue lo que más te llamó la atención durante tu estadía en el exterior?
-La cantidad de jóvenes que hay en San Diego. Es una ciudad universitaria y en todos lados hay gente joven. Además, la buena onda de las personas, siempre sonriendo. Siempre nos decían que las personas de la costa oeste son más relajadas y lo pude comprobar. También, la aceptación de los americanos por como uno es y no del lugar de dónde viene, ya que ellos constantemente se mudan de Estado, por lo cual hay una mezcla increíble de personas de todas las regiones así como de diferentes países. Las instalaciones de la Universidad y sus recursos económicos nos llamaron muchísimo la atención. La vida universitaria, por su parte, es un momento para disfrutar y se lamenta hasta las lágrimas el día que se deja. Sumado a ello, la efectividad de las tareas y cómo aprovechan el tiempo. Al momento de los exámenes, la biblioteca estaba llena las 24hs. Al momento de una fiesta, todos se divertían y al momento de trabajar no podías distraerte. Además, toman muy en cuenta el valor que le podés aportar al grupo, sin importar de qué área seas y te valoran por eso.
-¿De qué forma te enriqueció esta experiencia?
-De todo punto de vista posible. Académicamente obtuve clases de primer nivel y fui a conferencias de personas relevantes a nivel internacional como senadores (me perdí la conferencia del Dalai Lama por un par de semanas). Desde el punto de vista personal, amigos de todo el mundo con los cuales vivimos experiencias increíbles y van a durar de por vida. A su vez, los contactos y posibles oportunidades de volver en un futuro, ¡porque me quedan muchos asuntos que terminar!