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Ingenieros y futbolistas, mucho en común

24/05/2018
“La mente es lo primero que hay que entrenar para que después el cuerpo obedezca”. Esa era la filosofía a la que adhería aquel recordado Bella Vista de 1999, que alcanzó los cuartos de final de la Copa Libertadores por casualidad.

Más bien fue una causalidad, una consecuencia del equipo forjado por el director técnico Julio Ribas, y luego pulido por Manuel Keosseian.

Durante el primer año de la campaña de Ribas al frente de Deportivo Maldonado en 2010, el que pudo vivir de primera mano la aplicación del método del “Gladiador”, como le dicen a Ribas, en una cancha de fútbol fue Ángel Caffa —magíster en Informática, y MBA por la Universidad ORT Uruguay—, quien actualmente se desempeña como catedrático asociado de Arquitectura de Sistemas en la Facultad de Ingeniería.

En aquel entonces, Caffa todavía no se había recibido de Técnico Deportivo en Fútbol —lo hizo en 2012—, pero tuvo la oportunidad de ser uno de los ayudantes técnicos de quien sacó campeón a su querido Peñarol en 1999.

La motivación para fomentar la aparición de “la bestia” en sus dirigidos, dice Caffa, la formación para la elite y la mirada a largo plazo son solo algunos de los conceptos futbolísticos característicos de Ribas que el ingeniero adoptó y hoy intenta aplicar en los salones de clase, porque según entiende, la universidad tiene mucho que aprender del fútbol, y viceversa.

Te recibiste de Ingeniero en Computación en 1996, hiciste un máster en la Universidad de la República, terminaste el MBA de ORT en 2002 y 10 años después empezaste el curso de Técnico Deportivo en Fútbol. ¿Por qué tomaste esa decisión?

Era algo que me debía. Me gusta mucho el fútbol y se dio la oportunidad de tener un tiempo para hacer el curso tranquilo mientras trabajaba. Lo hice con mucho gusto y me lo tomé en serio, siempre pensando a dónde me podía llevar. El curso me ha sumado cosas a mi cabeza que van más allá del deporte.

¿Qué recuerdos del despertar de la pasión por el fútbol te marcaron como para ser técnico?

Recuerdo los partidos de la Liga Universitaria, los de los campeonatos entre los liceos. Cuando uno tiene 15 años se toma esos partidos como de vida o muerte. Jugaba de delantero, metía goles, pero sobre todo corría y metía.

¿Una especie de Gabriel Fernández, el actual 9 de Peñarol?

Puede ser. Me gusta mucho el “Torito”, porque mete y corre. Eso vale para el fútbol, pero también para una carrera universitaria, porque cuando uno va a dar un examen, tiene que dar todo. Eso me lo dio el deporte y es lo que trato de transmitir en la clase.

Es algo que se lo vi a Julio Ribas, porque sacaba lo mejor de los jugadores y lo llevaba más allá. Trabaja con un tipo común y lo transforma en un gigante a través de la motivación. Eso da resultados en todos los ámbitos. Me acuerdo puntualmente de algunos grupos en ORT, en los que logré pinchar a los estudiantes y trabajamos en clase como perros feroces.

¿Qué sentís que ha aportado el curso de Técnico Deportivo en Fútbol a tu perfil de ingeniero y Master en Administración de Empresas - MBA?

Sin duda aportó en la docencia. El técnico de hoy tiene que enseñar a resolver problemas, porque el jugador en la cancha es eso, una persona que resuelve problemas. A uno le llega la pelota porque se paró en determinado lugar, cumple determinada función y tiene que ver cómo definir la situación en la que se encuentra. El tipo tiene que ser inteligente, y eso se enseña.

Así como el jugador, el ingeniero también resuelve problemas. Pero en la Facultad de Ingeniería, eso se lo decimos al estudiante el primer día y lo comprenden en ese momento. La cuestión es que no lo ven así en el fútbol. El que lleva la bandera de este concepto del jugador como persona que resuelve problemas es el Maestro Tabárez. Cuantos más problemas sabe resolver, más se acerca a la elite.

Ahí surge otro concepto: el de formar para la elite. Pensemos en Luis Suárez, Diego Forlán, Cristian Rodríguez, Edinson Cavani; son jugadores de altísimo nivel, no solo porque le pegan bien a la pelota, sino también porque se formaron para la elite. Creo que es genuino decirles a los estudiantes en las universidades que los estamos formando para la elite, para que no solo se dediquen a resolver ecuaciones.

No buscamos que sean máquinas de programas que se esconden detrás de una computadora, llegan las cinco de la tarde, levantan la vianda y se van para la casa.

Queremos que (los estudiantes) sean los dueños del próximo Google o los creadores del futuro PedidosYa, gerentes de proyectos y las estrellas de las empresas. Eso lo tenemos que inculcar los docentes en clase enseñando una serie de cosas e intentando despertar "la bestia", tal como le hacen a los jugadores.

Los dos mundos se deben. La universidad tiene que aprender del fútbol. Tenemos que mostrarles que se puede pasar bien, así como a veces lo hacen los jugadores en los entrenamientos.

La universidad también tiene que tomar cosas del fútbol porque no sabemos cómo va a ser la universidad del futuro, cómo vamos a enseñar. Nuestro método de parar al profesor al frente de la clase y enseñar es viejo y tiene su origen en la formación de soldados. El mundo no tolera más eso. El estudiante pide otra cosa.

Y el fútbol también tiene que aprender de la universidad, porque hoy Uruguay es la gran fábrica de jugadores del fútbol, pero lo hace de forma totalmente artesanal y casual. Los clubes deben tomar varios elementos de las universidades, como la sistematización. Las escuelas de fútbol que existen hoy en el país son muy básicas y son, más que nada, un entretenimiento para los niños.

Hay un ejemplo muy claro. En verano vino el Barcelona con su FCB Camp (escuela de entrenamiento para los más pequeños), cobró USD 400 por niño y agotó los cupos. Los chicos estaban enloquecidos, salieron hablando de conceptos de juego y de la experiencia fabulosa. ¿Por qué no se puede hacer eso con Peñarol, Nacional, Defensor o Danubio? Los clubes tienen que tomar esa sistematización de las universidades.

¿Quiénes están enseñando hoy y captando a los Luis Suárez del futuro? ¿Por qué no tomamos a un tipo que sea experto en formación que mejore la situación de los clubes empobrecidos que buscan el pase desesperado de algún jugador para hacer plata? Se puede hacer mucho más.

Decías que una de las cosas que tiene que tomar la universidad del fútbol es el método de enseñar, para que sea algo más moderno y entretenido para el estudiante. ¿Cómo sería ese nuevo método?

El nuevo método es vernos como un equipo porque todos tenemos un problema que debemos resolver. Debemos aceptar que todos tenemos distintas destrezas para aportar en determinados momentos. En el fútbol eso está claro, porque cuando estamos atacando, la estrella es el delantero, pero cuando estamos defendiendo colgados del travesaño, la figura es el golero; y todos nos alineamos naturalmente a un líder. ¿Por qué no puede pasar lo mismo en la clase?

Un ejemplo es cuando tenemos las competencias de innovación, en las que hemos presentado equipos de ORT y hemos ganado. Sabemos de antemano cómo se va a integrar el equipo. Llevamos a un tipo creativo, pero también a uno que sea ordenado, porque el primero solo es un loquito y el ordenado solo es aburridísimo y no le gana a nadie. Llevamos a alguien de diseño gráfico y a un experto en exponer. También llevamos a uno que logre unirlos a todos, el que calma cuando las cosas se ponen calientes, tal como pasa en un equipo de fútbol. Por eso digo que hay muchas cosas que los dos mundos se prestan.

¿Cuáles considerás que son los métodos o estrategias que ambos campos tienen en común como para sacar lo mejor de los estudiantes y de los jugadores?

Despertarles "la bestia" a los jugadores y a los estudiantes, y también el desafío. Tengo que desafiarlos en la clase mediante la presentación de un problema del mundo real, porque de eso van a vivir. La mayoría de las situaciones a resolver son del mundo real; lo que pasa es que los estudiantes a veces no lo ven así porque están concentrados únicamente en salvar el parcial.

En el fútbol, a veces, es lo mismo. Al tipo hay que decirle que hoy está en un equipo de baby fútbol, pero el año que viene tiene que entrar en una séptima división, y en tres años tiene que cruzar la brecha para ser un jugador profesional. Para eso, tiene que alimentar su físico, su juego y su cabeza. Para ello, hay que desafiar a los jugadores.

De a poco hay que ir mostrándoles el mundo real a todos, para que entiendan a dónde pueden llegar. Hay que preguntarles si quieren salvar el examen o ser los próximos Larry Page y Sergey Brin, y crear Google. Y tampoco hay que ir tan lejos para encontrar casos fantásticos: Ariel Burschtin, uno de los creadores de PedidosYa, se sentaba al fondo de mi clase. Esas son las historias que hay que contar para pinchar a los estudiantes.

El fútbol toma eso de la docencia. El Maestro Tabárez revolucionó el mundo del fútbol uruguayo con eso.

¿Creés que los estudiantes y los jugadores aprecian estas ventajas de mezclar conceptos de un campo y otro?

El joven hoy vive en la inmediatez y compra todo lo que le da resultado inmediato. Hay que ser muy astutos a la hora de proponer cosas. Enseguida les tengo que ofrecer algo que les dé un beneficio. Una vez que ellos entendieron y confían en mí, los llevo por el camino del largo plazo.

Si hoy uno le dice a un jugador “mirá que en dos años con ese físico estás afuera, más vale que entrenes y desarrolles esos músculos”, es probable que no lo entienda. Sin embargo, si se le dice “vamos a trabajar dos semanas, porque vas a notar un cambio en el próximo partido”, compra ese método. Hay que motivar para el largo plazo.

En la clase, cuando traemos casos del deporte, los estudiantes los adoptan. Por ejemplo, Pelé hacía determinados ejercicios de concentración antes de los partidos que son perfectamente válidos para quien va a dar un parcial. Yo los hacía antes de los exámenes y los había sacado del mundo del deporte. Llegaba con la medida justa de calma y de furia. Eso es lo que uno tiene que lograr.

El Maestro Tabárez ganó una Copa Libertadores con Peñarol, una Copa América con Uruguay y dirigió a equipos como Boca Juniors y Milan. ¿Creés que una de las tantas razones de su éxito es que nunca olvidó que la pedagogía da métodos de enseñanza aplicables más allá del salón de clases?

Creo que es un técnico que, siendo muy joven, logró llegarles a los jugadores, cuando eso no era habitual.

Yo era un adolescente cuando el Maestro Tabárez fue el técnico de Peñarol y me acuerdo que le había tocado un equipo empobrecido económicamente, por lo que tuvo que armar un grupo sumamente joven. La Copa Libertadores de 1987 fue un milagro, porque la ganó con jugadores que tenían un promedio de edad de 23 años y la final fue contra América de Cali, que tenía a las estrellas del continente.

¿Qué se les podía pedir a esos jugadores? Había que convencerlos y llegarles desde lo anímico, porque en lo futbolístico todavía no estaban siquiera desarrollados. De hecho, hay jugadores que no llegaron: Jorge Villar tenía 20 años en ese entonces y después fue un jugador que no explotó nunca; sin embargo, el Maestro logró que metiera un gol en una final por Copa Libertadores con la edad que tenía.

Hay dos tipos en Uruguay que han sido fundamentales para el desarrollo de nuestro fútbol de una forma o de otra y no fueron famosos como futbolistas: Tabárez y Francisco “Paco” Casal. Ambos entendieron aspectos del deporte que pudieron desarrollar de una forma espectacular, uno formando jugadores y otro cotizándolos a lo que valían en los grandes mercados.

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