“La relación entre Europa y Rusia es una cuestión identitaria”, dijo Marcos Farias Ferreira, profesor visitante de la Licenciatura en Estudios Internacionales y Doctor en Ciencias Sociales y Relaciones Internacionales. “Así como existen tendencias que ven a Europa y a Rusia como identidades opuestas, también es posible observarlas como identidades complementarias”.
La conferencia “50 años después de la Primavera de Praga: ¿qué es Rusia, qué es Europa?”, organizada por el Departamento de Estudios Internacionales de la Facultad de Administración y Ciencias Sociales, tuvo lugar el viernes 31 de agosto de 2018 en el Auditorio del Campus Pocitos.
Marcos Farias Ferreira es Doctor en Ciencias Sociales y Relaciones Internacionales por el Instituto Superior de Ciencias Sociales y Políticas (ISCSP) de la Universidade de Lisboa y M.Sc. in International Politics por Aberystwyth University de Gran Bretaña. Es además profesor e investigador responsable del Observatorio de Seguridad Humana y del área de investigación en Transiciones Políticas y Económicas del Instituto de Oriente y del ISCSP la Universidade de Lisboa.
La herencia de la Primavera de Praga y un debate poco frecuente
Para Farias, los 50 años de la Primavera de Praga son un motivo para repensar la herencia de un proceso que dejó muchas marcas. El intento de separación de Checoslovaquia del régimen comunista y de creación de un modelo socialista durante 1968, interrumpido por las fuerzas soviéticas y los países aliados del Pacto de Varsovia, generó diversas consecuencias.
Luego de la Primavera de Praga, a medida que se producía la regularización –o “sovietización”– checa, diversos autores teorizaron sobre la identidad checa y la identidad soviética. Milan Kundera, quizás el más popular, sostuvo que la Guerra Fría fue un “rapto de Europa Central”, ya que la Unión Soviética no podía considerarse europea.
Según Farias, los hechos de la Primavera de Praga dejan en claro cómo funcionan las identidades en las relaciones internacionales. “Es muy común que dos entidades sean vistas como la némesis, una de la otra, en términos identitarios, y eso tiene consecuencias incluso en el día de hoy”.
“La relación entre Europa y Rusia, más allá de las cuestiones comerciales, es una cuestión identitaria”, opinó. “Así como existen tendencias que ven a Europa y a Rusia como identidades opuestas, también es posible observarlas como identidades complementarias. Tal vez no sea el tema más discutido hoy día, pero es el debate que está en la base de la dificultad en la relación de Rusia y Europa desde finales de los años 90”.
La década del 90, hasta la llegada de Vladimir Putin al poder, es objeto de estudio de Farias en su labor académica. El experto dijo que esa época fue difícil para Rusia, en gran medida por la pérdida del poder geopolítico y el desmantelamiento del modelo de producción centralizado.
Oligarquía y democracia soberana
“Entrando en los años 2000, el fenómeno fundamental de la transformación de la economía rusa es la concentración de capital”, sostuvo Farias. Si en la época soviética el capital estaba en control del Estado, a partir de esa década pasa a estar en manos de la oligarquía, que aprovechó el proceso de privatización de los recursos estatales, principalmente de los recursos naturales.
Para Farias, estos hechos reflejan y explican la realidad rusa desde la asunción de Putin a la fecha. El orador comentó que aunque existen varias teorías acerca de cómo se articula el poder en Rusia, en cualquier caso se puede hablar de un “Putin-colectivo”.
Farias dijo que Putin introdujo el concepto de “democracia soberana”, que significó el primer paso para desvincularse de la forma de gobierno tradicional de Rusia. Hoy, los hechos y las investigaciones de ONG como Freedom House dejan al descubierto un régimen autoritario que lleva a cabo, entre otras medidas, un fuerte control de medios.
Luego, el académico recordó que la consolidación de Putin como figura con serias aspiraciones políticas se produjo durante la Guerra de Chechenia. Los métodos implacables del ahora líder ruso contra los nacionalistas chechenos marcaron el camino de la remilitarización que recorrería luego el gigante europeo.
El nacionalismo y la recuperación del poder geopolítico –Putin reconoció la disolución de la Unión Soviética como el fracaso geopolítico más grande de la Historia– son dos elementos que sustentan el poder del líder ruso. Esto conlleva una interrogante muy importante: ¿qué sucederá cuando el régimen de Putin concluya? “Cuanto más cerrado se vuelve el régimen, más desordenada es su sustitución”, opinó. “Esto va a suponer un problema claro en Rusia”.
Transformaciones e inestabilidades
Para Farias, la transformación rusa está ligada a la transformación europea. De ese modo, se observan tendencias y procesos similares de contestación de valores tradicionales. “La consolidación del autoritarismo en Rusia es una consecuencia de discutir estos valores clásicos del demoliberalismo”, apuntó.
En diversos países de Europa (Polonia, Hungría, la misma República Checa), se observan fenómenos de reversión de valores y discursos, así como de consolidación de prácticas que contradicen la competencia política, la división de poderes y otros conceptos democráticos.
Según el experto, Europa se enfrenta a un gran desafío: el surgimiento de movimientos que abogan por la militarización de las fronteras y el no recibimiento de migrantes. “La apertura europea ha sido un valor en sí misma”, recordó Farias.
Diversos países europeos se oponen actualmente a recibir refugiados, en una defensa del cristianismo y de valores tradicionales que no se basa en experiencias empíricas, pero que representa un desafío al modelo de sociedad y al derecho de libre circulación, que significan la base del proyecto europeo, concluyó.
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