Entrevista al Dr. Julio Garín, graduado de la Licenciatura en Economía de la Universidad ORT Uruguay, ganador del Premio Morosoli de Bronce en Economía 2018.
Garín se graduó de la Licenciatura en Economía en 2007. Luego continuó su formación en University of Notre Dame, donde obtuvo su Ph.D. en 2012. Después de su graduación se integró al Departamento de Economía de University of Georgia, de la que formó parte durante cinco años. Actualmente, está afiliado al Claremont McKenna College.
Acabás de recibir el Premio Morosoli de Bronce. ¿Por qué considerás que recibiste este reconocimiento?
Es una pregunta que me he estado haciendo yo también. Me la hago siempre que sucede algo de esta naturaleza. Lo que mencionó el comité científico es que me lo otorgaron por mi aporte científico y por la tarea que he hecho como educador. Hasta este momento siempre he mirado cada trabajo en forma independiente del conjunto.
¿Qué implica recibir un premio de este tipo?
Fue un honor que colegas que respeto mucho hayan considerado que lo que he hecho profesionalmente hasta el momento sea digno de destaque. Personalmente fue una alegría, ya que los premios son muchas veces la forma en la que nuestros amigos y familiares se informan del mérito relativo de lo que hacemos.
De cualquier manera, no hay que perder la perspectiva de que si bien los premios se otorgan a individuos específicos, en las disciplinas del conocimiento poco se logra en forma individual.
Lo tomo como un reconocimiento a todos los que hicieron posible que no haya desperdiciado cualquier habilidad que pueda tener. El premio lo recibí yo, pero el reconocimiento es para ellos. Al menos así lo veo.
Tu labor en investigación se ha centrado en mercados laborales, restricciones crediticias, política monetaria óptima e inflación. ¿Cuáles son los principales hallazgos de tu carrera?
Esa pregunta es complicada porque he trabajado en diferentes áreas. En mayor medida, mi trabajo resalta la importancia de fricciones en los mercados financieros y laborales para entender lo que se observa en los datos.
Desde el punto de vista de la política monetaria, algo que no considero menor es que mis coautores y yo hemos mostrado problemas empíricos y teóricos que existen en los modelos que son comúnmente utilizados por bancos centrales.
Algo relacionado con eso es otro trabajo en el cual mostramos que el aumento significativo en la acumulación de activos de corto plazo que han experimentado firmas multinacionales —y que ha sido un rompecabezas para muchos investigadores— tiene en gran medida que ver con las menores tasas inflacionarias que se han observado en los últimos 30 años.
En otra línea de trabajo, he mostrado que las restricciones crediticias que enfrentan las firmas pueden exacerbar su poder de negociación salarial frente a los trabajadores y aumentar la volatilidad de las variables económicas.
En un trabajo reciente mostramos lo costoso que pueden ser los anuncios de medidas políticas que demoran en implementarse y que, cuando propuestas legislativas demoran en aprobarse, pueden tener los efectos totalmente contrarios a lo que la legislación buscaba. Así que, humildemente, creo que mi trabajo también puede tener lecciones para lo que sucede en nuestro país.
Has publicado en algunas de las más prestigiosas revistas en economía, como Review of Economics and Statistics, el Journal of Economic Dynamics and Control, el American Economic Journal: Macroeconomics, y el Journal of Money, Credit and Banking. ¿Qué implica lograr publicar en estas revistas?
A nivel profesional, quizá lo más satisfactorio es saber que las preguntas que intentás responder y la forma en cómo son respondidas merecen estar en buenas revistas especializadas. Es como el sello de calidad al trabajo que uno realiza. Y lo dan los propios expertos del área.
Cada trabajo lleva años y para cada uno que se publica hay varios que nunca vieron la luz del día; sin embargo, la satisfacción de poner el grano de arena en mover la frontera del conocimiento justifica todas las horas invertidas.
¿Cómo fue la experiencia de realizar un doctorado en University of Notre Dame?
Sin duda fueron los cinco años mas desafiantes pero al mismo tiempo mas enriquecedores que he tenido. Cuando elegí Notre Dame, y dada las alternativas que tenía en aquel momento, no estaba totalmente seguro de que era la mejor opción para mí.
Ya en el segundo año del doctorado me había dado cuenta de la suerte que había tenido con mi elección. Existía un ambiente ideal para crecer intelectualmente y no faltaba absolutamente ningún recurso necesario.
Dado el carácter de la institución, allí se veía el trabajo académico en forma holística; la enseñanza y la investigación eran complementarias. Era un match perfecto para mí ya que esa también era, y sigue siendo, mi filosofía como escolar.
Entablé profundas amistades con otros estudiantes (no solo del doctorado de economía). Además, algunos de mis profesores se transformaron en colegas con los cuales llevamos a cabo varios trabajos – y aun tenemos proyectos juntos– para luego convertirse en amigos.
¿Sobre qué áreas estás enseñando actualmente?
Todos los niveles de macroeconomía. A nivel de doctorado, esencialmente, enseñaba el herramental fundamental que comparten y utilizan los economistas que se dedican a estudiar preguntas que tienen que ver con variables agregadas.
A nivel de licenciatura, dicto clases de macroeconomía intermedia y avanzada (que en Claremont McKenna, dado los estudiantes que tenemos, es el equivalente a una clase de maestría).
Has tenido una trayectoria muy destacada. ¿Qué herramientas te brindó la Licenciatura en Economía para luego realizar todos estos logros?
En primer lugar, difícilmente pudiera haber ido a un doctorado si no fuera por la Licenciatura en Economía. Tener a docentes como Enrique Gagliardi, Néstor Gandelman, Eduardo Siandra, Julio de Brun, Gabriel Odonne y Juan José Barrios para mí fue transformador.
Yo quería pensar como ellos. Quería tener la objetividad que mostraban ellos en el salón de clase. Néstor, Enrique y Eduardo me brindaron muchísimo apoyo; fueron los artífices de que pudiera irme a estudiar afuera.
Más allá de eso, la formación técnica de ORT fue muy buena. El material del doctorado era difícil per se, no porque yo no estuviera preparado. Yo entré a la universidad sin ser un buen alumno. ORT me transformó en un individuo que quería entender el mundo. De todas las formas de pereza, la flojera intelectual en quienes estudiamos el comportamiento humano y la sociedad suele ser la más costosa. La Licenciatura me ayudo a crear el hábito de pensar los asuntos en forma rigurosa y darme cuenta de que, para la sociedad, los peores atajos son los intelectuales.
Dijeron en la entrega del Morosoli has aconsejado a graduados recientes de economía. ¿Qué consejos acostumbrás darles?
El único consejo que doy —que es independiente de lo que quieran lograr— es que no se quejen, que trabajen. Mientras haya niños en este mundo que tienen que caminar 15 kilómetros para ir a buscar agua sucia a un río para que su familia no muera de sed, quienes tenemos el privilegio de aprender, no tenemos mucho de qué quejarnos (aunque lo hagamos). Siempre les digo que tenemos una gran responsabilidad con quienes no tienen idea de que existe algo llamado educación.
A mis estudiantes de licenciatura les digo que no se preocupen de no saber lo que quieren hacer; que saber lo que no nos gusta es muy importante también y no está mal probar. Muchos chicos creen que, si a los 22 no saben de qué se van a jubilar, los espera una vida de recibir cheques de seguro de desempleo.
No sé de donde viene esa idea. A mis estudiantes de doctorado siempre les digo que trabajen. Es una profesión fantástica, pero muy competitiva y, aunque la suerte influye, sin esfuerzo no se logra absolutamente nada relevante y que merezca destaque.
Entrevista en video: