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Pobreza extrema de los indicadores

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Fanny Trylesinski
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En otras oportunidades nos hemos referido a los problemas de medición de la pobreza y la indigencia (pobreza extrema). En este último caso, los indicadores usuales que surgen de comparar el ingreso de las personas con una canasta básica alimentaria (CBA), han dejado al descubierto su incapacidad para dar cuenta de los fenómenos que pretende medir. Mientras los resultados oficiales sugieren que situaciones extremas como personas en situación de calle y familias que tienen dificultades para conseguir diariamente alimentos suficientes deberían haber desaparecido, la persistencia de estos fenómenos es, desgraciadamente, muy palpable por cualquiera que circule por la calle.

A lo largo de estos últimos años varios trabajos han dado cuenta de esta realidad, algunos incluso elaborados en las propias oficinas gubernamentales. El último de ellos fue realizado por el Mides ante un pedido de Enseña Uruguay, una organización del sector privado. En el informe se recopilan datos censales de varias zonas carenciadas de Montevideo y Maldonado y de entrevistas en hogares relevados por los propios técnicos del Ministerio en esas mismas zonas.

En sus relevamientos los técnicos del Mides preguntaron al entrevistado si en el último mes algún miembro de la familia se había quedado sin comer por falta de dinero en alguna ocasión. El resultado es elocuente. Si bien existe algún grado de variación según el barrio seleccionado, alrededor del 40% de los hogares declaran haber pasado por esta circunstancia.

Por otro lado, si hacemos el ejercicio de seleccionar la información de la encuesta de hogares del año 2017, para los barrios seleccionados por el Mides y los hogares categorizados bajo la línea de pobreza por el INE de manera de tener universos similares, obtenemos una cifra de hogares en situación de pobreza extrema de apenas el 1,1%.

Si bien las metodologías no son las mismas, esta diferencia de resultados habla a las claras del divorcio total entre el indicador de indi-gencia y la intuición que los uruguayos tenemos sobre el fenómeno que se pretende medir.

Quizás la comparación con una CBA para cuantificar la indigencia nunca fue muy buena, pero en la actualidad resulta totalmente inadecuada no solo para medir sino, lo que es más grave, para el diseño de políticas públicas. Su única utilidad parece ser la de permitir, a partir de sus resultados, que los representantes del gobierno se ufanen de que "la indigencia no se detecta" y pretendan adjudicarse el trofeo de campeones de las políticas sociales.

Si bien durante estos quince años hubo avances fruto del extraordinario crecimiento económico y las políticas de asistencia implementadas, parece hora de revisar y pasar a una etapa donde lo importante sea combatir el fenómeno y no buscar atajos para que los indicadores den bien.

Parece ingenuo pensar que el gobierno que ya se despidió de hacer algo para solucionar la mayoría de los temas importantes encare cambios en este sentido. Seguirán navegando en el mar de la autocomplacencia y el discurso mendaz a pesar de tener toda la información necesaria para ser conscientes de lo lejos que se está de resolver problemas sociales acuciantes.

Será un importante desafío —uno más— para próximas administraciones.

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